jueves, 7 de abril de 2016

JOAQUIN AGOSTINHO, NACIDO UN 7 DE ABRIL


Un 7 de abril, nació Joaquín Agostinho. El mejor ciclista portugués de todos los tiempos corrió con Anquetil, Merckx e Hinault. Después de trabajar en una azucarera de Mozambique, en 1967 se hizo profesional. Buen escalador y sólido rodador, sacrificado y duro, en 1969 saltó a la fama al ganar el Trofeo Barachi. Participó en 13 ocasiones en el Tour de Francia y ganó cuatro etapas. En 1969 fue 9º; en 1970, el 14º; en 1971, el 5º; en 1972 y 1973, el 8º; y 6º en 1974. 


Ídolo de un millón de emigrantes portugueses en Francia, héroe nacional en su propia tierra, Agostinho era física y moralmente, con sus virtudes y sus defectos, "el emigrante portugués". Cuando decía que la bicicleta era su "arado" no había en sus palabras sombra de afectación: era demasiado evidente que el deporte era, para él, únicamente un medio de promoción social, que aceptó y trató de aprovechar al máximo, como otros de sus compatriotas que salieron un día de su pueblo para cortar remolachas o fabricar tornillos por la Europa rica.

Dice la Prensa, unánime, que Agostinho fue víctima de un conjunto de circunstancias inconcebibles a finales del siglo XX: los perros que irrumpen en medio del pelotón; la ausencia de un médico en la prueba; las dos horas que pasó en el hotel para descansar, el hospital provincial de la región más turística de Portugal, sin servicio de neurocirujía; los 300 kilómetros en ambulancia hasta Lisboa, y otra hora pérdida, porque en el último momento la dirección del Spórting decide no confiar su campeón a un hospital público; la operación ya era inútil. Ahora es el escándalo, el rasgar de vestiduras, el recordar que el 5 de mayo de 1972, en la octava etapa de la Vuelta a España, Agostinho también cayó y se fracturó el cráneo, y, operado a tiempo en el hospital de Tarragona, estaba suficientemente recuperado tres meses después para el Tour.


Esta vez todo fue diferente, "porque era Agostinho y porque era Portugal". No sé si en las tabernas del barrio alto ya se canta el fado de Agostinho, que murió de amor por Portugal.


Por Manuel Perez Aguirre

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